lunes, 6 de enero de 2014

Antonio Yesa, Por las ramas (Suite de sombras)

Desnudo, 2013. 227 x 113 x 48 cm.
Antonio Yesa (Arcos de la Frontera, 1952) concita diferentes técnicas en una exposición de contrastes en la que se ensamblan conceptos y materiales muy diversos, de manera espontánea e intuitiva.

Su trabajo, pese a tener una clara filiación con la escultura española contemporánea, ostenta un individualismo muy marcado. La paradoja y la confrontación entre conceptos en apariencia opuestos -lo íntimo y lo público, lo transitorio y lo permanente, lo penetrable y lo que impele, lo orgánico y lo inorgánico, lo tecnológico y lo artesanal, lo pequeño y lo grande, lo estable y el equilibrio imposible- forman parte de su particular modo de hacer y entender la vida y el arte. En consecuencia, la obra fluye en el maridaje del plano o la línea recta con la curva o quebrada; de lo blando con lo duro; lo rígido con lo flexible; lo frío con lo cálido o lo rugoso mate con lo pulido brillante, elaborando un lenguaje personal en base a unas variables que administra acorde al discurso, aunque con un orden formal siempre fiel a su estilo.
El diálogo con la materia es indispensable para el artista ya que pasa a ser parte y objeto de su discurso estético. La estructura física como obstáculo, pero también como sugerencia, convierte al material en estímulo ineludible para encontrar el punto de confluencia entre la intención y el soporte. La gama es amplia: maderas y metales en diferentes calidades y texturas, junto a plásticos, cristal o papel; con o sin color.

Asimismo, juega con difuminar los límites entre disciplinas, haciendo complementarios sus trabajos de bulto con el dibujo, el collage o la fotografía, también en perfecta correspondencia.

El artista vuelca en estas piezas su preocupación por el paso del tiempo en primera persona, que le suscita numerosas interrogantes en un contexto pasado, presente y, cómo no, de lo que está por llegar. Plásticamente el punto de partida de este proyecto un árbol ya muerto es, elemento con un amplio abanico de referencias iconográficas en el ámbito antropológico. Icono simbólico, tantas veces imagen de vida y energía de la que es portador aún después de cortado, cobija un secreto que protege con la corteza: los anillos reveladores de su edad, ocultos a la luz. Imagen en si misma del devenir temporal y de la transformación que esta circunstancia imprime en cada ser y objeto que lo experimenta y alegoría de la soledad del individuo. El árbol es modificado una vez más por sus propias manos, ignorantes de si le infieren sufrimiento y recelosas ante esta contingencia, pero esperanzadas en concederle la oportunidad de una segunda vida en virtud de su nueva función como objeto artístico; Proceso que lo marcará con nuevos estigmas que se suman a los de la existencia. Sin piel el árbol se torna vulnerable, como la persona, desnuda exterior e interiormente, mostrándose cómo es en realidad. Por otra parte, la intervención del artista parece proyectar su propia inquietud hacia el sentido de la vida y la certeza de la muerte, con el temor de no dejar huella de su paso por ella. En cualquier caso constatamos que el árbol ha dado otros frutos: los que penden de sus ramas, los del propio artista -¿sus recuerdos?- en una reinterpretación del Cadáver Exquisito –hay más de un guiño a los maestros surrealistas-; así como aquellos que han resultado de reunificar las ramas podadas o de injertar fragmentos de tronco con acero y los dibujos que proyectan sus sombras. Distanciándose en lo sustancial de aquél de los hermanos Chapman, imagen hedionda de la muerte, cadáver poco exquisito, está más cercano al sentido de los que Ugo Rondinone plantó en Manhattan, aunque fundidos en aluminio y lacados en blanco, sintéticos y fríos, a modo de testimonio de la memoria condensada del tiempo.

La escultura de Yesa, siempre sensual y plena de sugerencias, incorpora en esta ocasión un nuevo elemento con la categoría de insoslayable: la sombra, que añade otra dimensión y aporta sobriedad, profundidad y densidad, además de misterio. Parece que el artista haya hecho suyas estas reflexiones de Tanizaki: “...creamos la belleza haciendo nacer sombras...”. “...lo bello no es una sustancia en si, sino tan solo un dibujo de sombras, un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de diferentes sustancias....” Por el contrario: “...la belleza se pierde si se le suprimen los efectos de la sombra...”

Con sutil sentido lúdico engaña a los sentidos a través del juego de luz y sombras, modelando el espacio, tan importante en su obra, como una pieza más, y distribuyendo tinieblas e iluminación en diferentes intensidades, ritmos, tonalidades y sentido dramático. De este modo se crea una auténtica Suite de sombras, melodía inaudible con la que logra no solo realzar la belleza material de las esculturas y desvelar lo que la claridad oculta, sino establecer unos tiempos y recorridos cuya cadencia se ajusta a la del claroscuro.

Realidad y fantasía confundidas en un trampantojo donde no siempre es lo que parece ni parece lo que es. Mundos que transcurren unas veces en paralelo y que en ocasiones se superponen e interactúan, configurando un laberinto de difícil escapatoria. Confusión perceptiva en ese magma espacial del que surge una sucesión de hitos en secuencia cambiante que dan cuerpo a una narración no lineal, como lo es la percepción del tiempo y de los acontecimientos de la vida, con frecuencia en confrontación entre lo sucedido y lo deseado, que manipula la memoria.

Antonio Yesa, Por las ramas (Suite de sombras)
Galería Isabel Hurley, Málaga
Del 8 de Noviembre de 2013 al 4 de Enero de 2014.

No hay comentarios:

Publicar un comentario