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martes, 16 de mayo de 2017

Aquí murió Picasso, de Eugenio Merino

FUENTE: LOS INTERVENTORES.
El artista Eugenio Merino instala en Málaga una capilla ardiente del pintor como crítica al turismo de masas.

Merino consigue escenificar lo que los turistas desean ver, un espejismo que llena un vacío biográfico. Se trata de una ficción deseada. La figura hiperrealista que expone Merino supone una recreación de la figura yacente del genio malagueño. El visitante, como el turista que asistía a la morgue parisina a finales del siglo XIX, contempla la muerte de cerca, aunque esas visitas se situaban en escenarios reales, ¿no era en realidad un escenario recreado para el visitante? En toda escena preparada para ser observada hay un cierto contenido de ficción que poco se diferencia de la escena de museos como el de cera de Madame Tussauds, o los de ciencias naturales con sus animales disecados componiendo escenas, ¿Acaso no es más auténtico lo verdaderamente falso que lo aparentemente verdadero?

Señala Estrella de Diego, que el turista desea encontrarse con la realidad, mezclarse con la gente y los acontecimientos reales, en cambio la realidad habitualmente es otra, su experiencia no es más que una puesta en escena de una falsa realidad. Turistas chinos en comprando figuras de flamencas fabricadas en serie en China, una caseta de la Feria de Abril sevillana creada para turistas. Lo que las guías turísticas recomiendan no es más que un escenario donde los nativos se comportan ante los turistas de una forma falsamente auténtica. Se establece así un conflicto entre lo real y lo auténtico. El hiperrealismo de la pieza de Merino pone en énfasis ese conflicto.

Aquí murió Picasso es una reflexión, desde la ironía, sobre los efectos del turismo en la ciudad de Málaga. Una atracción más que da respuesta a lo que el turista desea ver, analogía de la ciudad de Málaga que se transforma en función de lo que necesitan.

En los últimos años la capital de la Costa del Sol ha dado paso al llamado turismo cultural, partícipe de la industria turística, que no es más que una clara representación de la cultura de masas. Aquí murió Picasso añade un punto más en el mapa de esa ruta cultural, un punto que señala la nueva fisonomía de la ciudad, sobre los nuevos recorridos turísticos y el souvenir como moneda de cambio del parque temático.

El proyecto se convierte aquí en un reflexión crítica sobre la cultura de masas y la industria cultural. El turista o consumidor de la cultura de masas, pretende aprehender la esencia de Picasso en una postal, un llavero o una alfombrilla para el ratón con la imagen del artista o su obra. Una reproducción mecánica que, siguiendo a Walter Benjamín, mataría cada día a Picasso y a su obra. Así la visita a la tumba supone una oportunidad para hacerse un selfie con Picasso, para añadir uno más a la colección de hitos o celebridades capturados en sus viajes.

La postal, el folleto informativo y el souvenir en forma de imán de nevera son los elementos esenciales en la hecho turístico que completan la instalación de Merino en la Alianza Francesa.

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Una experiencia espectacular, la ruta que te lleva desde el nacimiento del genio malagueño a su muerte. De suelo español a suelo francés sin cambiar de ciudad. La Alianza Francesa, con la obra de Eugenio Merino, completa la oferta turístico cultural en torno a la figura de Picasso. El artista que nació en Málaga y murió en Mougins, descansará en la Alianza Francesa de Málaga. El visitante será guiado por un relato continuo, un recorrido por el escenario que conforma una historia.

Horario: de 10:00 a 13:30 y de 16:30 a 19:30h (Sábados de 10:00 a 13:30)
Lugar: Calle beatas, 36
04 de mayo – 28 de julio

miércoles, 4 de junio de 2014

Eugenio Merino: Always Shameless

El próximo 12 de junio inaugura Eugenio Merino su primera exposición en la galería Unix de Nueva York (unixgallery.com). La muestra titulada Always Shameless, podrá visitarse hasta el 12 de julio. Para ilustrar la exposición e imbuirnos en el universo de Merino, incluimos un magnífico texto de Peio Hernández de Riaño, que nos ha facilitado el propio artista:

¿Quién dijo que George W. Bush no medita? Hemos hecho de la realidad el mayor de los convencionalismos y todo lo que desborde sus límites no es posible. Pues George W. Bush medita y cuando se descalza deja ver unos calcetines con un fantástico estampado de la bandera. El público se encontraba de esta guisa con el ex presidente de los Estado Unidos al entrar en la sala, en la que se presentaba la muestra Esculturismo. La exposición era una colectiva de más de una docena de artistas, distribuidos en dos plantas, pero la primera impresión debía dislocar de un golpe al recién llegado.
El visitante debía entender que entraba en un reflejo del mundo real, en el que la ironía distorsionaba las convenciones. A primera vista, no se trataba de un discurso épico ni sublime, no eran materiales nobles como el mármol o el bronce. Fibra de vidrio, plásticos, resinas y poliéster a partir de un icono popular, un ídolo masivo, un enemigo archiconocido, una imagen televisada. Una enmienda a la conciencia; en la ironía –accesible y picante- está la trampa.
Al otro lado del teléfono contesta Eugenio Merino: “Debes ponerte al nivel de la publicidad y ofrecer algo que se lea rápido”. Algo inmediato y directo, como un combate de boxeo sentenciado por KO. Un golpe sin posibilidad de respuesta, sin margen a la duda. 
La publicidad es eso, como lo son los relatos a los que se refería Julio Cortázar: ráfagas de
impactos que tratan de imponerse unos a otros.
Lo más curioso de Eugenio Merino es que mantiene una relación con el público similar a la de los publicistas y los escritores. Mientras que los pintores y los músicos disponen de un lenguaje que se encierra en sí mismo y se hace exclusivo, Merino, como los escritores, poetas y publicistas, utiliza un lenguaje que pertenece a la comunidad de la que forma parte. Muchos pueden decir que no entienden de pintura o de música, pero quién se atreve a asegurar que no entiende su propia lengua.
“Mi lenguaje es la prostituta universal a la que he de convertir en una virgen”, escribió Karl Kraus. Trabajar en la misma frecuencia lingüística, visual e icónica que sus coetáneos aclara un rasgo decisivo de su persona: Eugenio Merino no actúa porque crea que tenga algo importante que compartir con el mundo, sino porque tiene miedo al silencio. Teme pasar inadvertido y convertirse en otra forma silenciada por el poderoso. El ruido molesta, el arte molesta. El artista es ruidoso y Merino lo es.

En 2012 mostró a los españoles la falta de madurez democrática de sus instituciones, todas politizadas, cuando sufrió uno de los más escandalosos ataques contra la libertad de expresión que ha sufrido este país desde que murió el dictador Francisco Franco. Nuestro artista nació unos meses antes de su fallecimiento. Hace dos años, como decimos, la feria de arte contemporáneo ARCO se desvinculó de los ataques que recibió Merino por exhibir a Franco metido en una máquina de refrescos.
Efectivamente, el golpista estaba tan vivo como vaticinaba aquella polémica pieza. El artista fue amenazado a través de su galería, fue denunciado por una fundación que vigila por la memoria del dictador y que consideraba que aquel muñeco suponía una grave lesión del honor del fallecido hace casi cuarenta años.
En las horas siguientes a la exhibición de Always Franco en ARCO se pudo comprobar que, efectivamente, el siniestro personaje estaba fresco como una lechuga. El ala más conservadora de la política no fue capaz de asimilar el inocente y envenenado juego, pero tampoco el sector del arte estuvo a la altura. La capacidad de aquella obra para absorber toda la atención mediática suscitó también el malestar en el resto de galeristas, que creyeron ver en el alboroto periodístico un mal augurio para sus negocios, en uno de los peores momentos económicos del país.
Dos años después, la justicia ha respaldado la libertad de expresión de Merino en dos juicios en los que ha tenido que defenderse de las demandas de la fundación que ya hemos citado. Dos ediciones de ARCO después, el galerista del artista ha obedecido a las presiones de la organización de la Feria, y la presencia de Merino ha quedado reducida a la nada, a pesar de que aquel Franco no era más que la primera piedra en el plan de mostrar el hartazgo mundial por la clase política: “Si hay una clara crítica es a nuestros gobernantes,
que se han alejado por completo del interés común”, explica el artista.

Así llegamos a Always Shameless, donde ajusta cuentas con todos esos gobernantes, que con votos y sin ellos, han roto con los ciudadanos a los que representan para convertirse en unos sinvergüezas. En esta nueva serie sobre el hartazgo de la corrupción política, remata la figura de Vladimir Putin, Georges W Bush (menuda fijación), Fidel Castro, Mao Zedong y Kim Jong-Il. Todos ellos bajo la misma línea de incorrección política. Poliéster, resinas, pelo humano, ojos de cristal y trajes cortados a medida.
El tono implacable de estos nuevos personajes responde a la actitud del que no pide permiso para actuar. Sí, podemos decir que Eugenio Merino tampoco tiene vergüenza.
Aunque sí algo más de conciencia autocrítica que los protagonistas de este pasaje. El arte también tiene sus responsabilidades en el refuerzo de la democracia, porque la refuerza en el cuerpo a cuerpo con sus límites.
Por eso, decir que el arte es una manifestación personal no quiere decir que sea un acto de expresión personal. La experiencia que el artista encarna en la obra de arte corresponde a una realidad común de todos los hombres: solamente le pertenece porque ha sido percibida por un punto de vista que nadie más puede tener. Dado que ha sido el primero en descubrirla, es su deber compartirla con los demás. Es el deber que Merino acepta.
Always Shameless presenta a tipos perversos sin responsabilidad con la sociedad que dirigen. Ninguna vergüenza. Le gusta abusar de la falsa ingenuidad del montaje –dentro de la máquina de Coca-Cola, que les hace ser inmortales, para desengañar. Ingenuidad, no frivolidad. Esto no es cosa de broma o no exclusivamente. Porque sólo cuando el arte pierde su aura, se hace risible y logra el desenmascaramiento. Un gag para rodear lo asumido, lo convencional, un toque de inteligencia y la propaganda oficial se desmorona. 
Eugenio Merino cuestiona los convencionalismos sin vergüenza, porque la catarsis no se produce, propiamente, en las obras de arte, sino en las ceremonias religiosas, en el fútbol,  las películas malas, los conciertos pop y las concentraciones alentadas por el sentimiento patriota. Adopta el mecanismo de cualquiera de estos fenómenos de masas para comunicar en su misma frecuencia con una alteración irónica, que le hace abandonar la épica y la sublimidad, con toda la naturalidad del plástico. La experiencia irónica no es una experiencia íntima, es compartida. Por eso las piezas de nuestro artista necesitan airearse a
la vista pública y quedarse con las portadas de las revistas y los periódicos.
Como buen sin vergüenza, no es tímido en sus formas –todo lo contrario- es explícito, evidente y franco. Esa es la consecuencia de mostrarse como un artista de acción. “La gente piensa que para no tocar fondo hay que planificar algo. Y lo que yo digo es: la única forma de no tocar fondo es hacer algo. Y hacer algo es, evidentemente, lo opuesto a planificar algo. Planifican los tímidos y mientras tanto el mundo se va haciendo
torpemente; la Historia y la Geografía avanzan gracias a los que se pringan hasta arriba, a
los que tienen huevos”, escribe el dramaturgo argentino Rodrigo García.
Merino se dedica a mostrar las cosas que quedan sin hablar, los agujeros negros a los que no se quiere mirar. Actúa contra el silencio de los cerebros, de la palabra institucional, de la nota oficial. Lucha contra la amnesia visual y la narcotización de la mirada con la provocación. Como esos las dos pequeñas e inquietantes figuras de Kim Jong-il y Kim Jong-un, saludando a la nada, en un claro tono tragicómico: la familia de maníacos, extravagantes y crueles. The Munsters de Corea del Norte, que destapan la atracción del artista por Juan Muñoz o el Dictador de Charles Chaplin.

El genio es la negación de la normalidad cotidiana. Sus obras son la manifestación patente de esa negación. Por eso el genio de Merino se expresa libremente, porque no está sometido a mediaciones. Su obra le define, porque el genio es “ingenuo”. Todo lo contrario a nosotros, cínicos determinados por pautas y reglas, por los convencionalismos. El ingenuo no tiene vergüenza, porque llega a límites más allá de los arquetipos. Merino no tiene vergüenza.

jueves, 22 de mayo de 2014

Visitamos el estudio de Eugenio Merino gracias a ABC

FUENTE: ABC
El ipod dispara música rap. En el habitáculo del fondo, lo que era la oficina de un almacén de esta antigua empresa de construcción reconvertida ahora en el taller de Eugenio Merino (Madrid, 1975),Rebecca se afana con el rotulador, mientras Irati da los últimos retoques a la indumentaria de una escultura de Kim Jong-il. La idea es que al arrimarle a un potente foco de luz, se proyecte sobre la pareduna inmensa sombra del dictador norcoreano, que ridiculiza aún más la imagen que este tipo de personajes tienen de sí mismos. Fuera de este espacio, y entre plásticos que protegen de la emisión de vapores tóxicos (a los que Merino es alérgico), Miguel manipula disolventes para ensamblar un megáfono que acabará siendo parte de una pieza del artista... La idea romántica y prejuiciosa del creador solitario encerrado en un taller silencioso salta con esta descripción por los aires.

«Aquí trabajamos tres personas –explica Merino–. Yo soy el que plantea las ideas, aunque hemos llegado a tal punto de complicidadque en ese brainstorming participamos todos. No veo razón para que no sea así. Con Miguel Montoya llevo colaborando dos años. Es más que un amigo. Es una persona con la que se puede trabajar sin problema yluego te puedes ir de copas, algo capital en España, donde no hay dinero y, o te lo pasas bien con lo que haces, o no haces nada. Irati Musitu nos ayuda en la elaboración de los moldes para las esculturas, con los acabados finales, el vestuario, el pelo... Es una profesional de todo ello. Y ahora nos acompaña Rebecca Clark, una estudiante que ha llegado con una beca Leonardo y que va a estar aquí seis meses participando de todo el proceso. Es la segunda persona con la que trabajamos así. Y la experiencia está siendo tan positiva que tengo idea de ponerme en contacto con la Facultad de Bellas Artes para hacer algo similar».
Este es, pues, el lugar donde se modelan esas esculturas que tanta notoriedad han dado a nuestro protagonista: «Comencé trasteando en el garaje de mis padres –recuerda–. Entonces hacía lo que quería, porque el trabajo no tenía rentabilidad ninguna. Pero en cuanto comenzó a crecer el volumen de la obra, no me cabía nada. Entonces, me salió un proyecto para un coleccionista en Barcelona y me mudé. Allí tuve dos pequeños talleres, en Sans y en Sant Andreu, para sacar adelante el encargo específico que se me había encomendado. Pero fue un poco una locura, porque no podía separar las fases del trabajo, ytenía que ir todo el día con la mascarilla. Hace un año volví a Madrid y encontré este espacio. Este sitio está bien porque la zona acristalada –y los plásticos– evitan que el trabajo más engorroso contamine todo lo demás. En cualquier caso, no es aquí donde se realiza la labor más "sucia"».

Merino nos revela que hay un segundo taller en Tres Cantos, «con un espacio abierto estupendo para las labores más tóxicas y delicadas». Y que luego, hay algunas actividades «que no se pueden hacer ni en un estudio, ni en el otro, como son las que implican materiales como el bronce, que nosotros no controlamos». «Quizás en lo que más se tarda es en encontrar esa idea genial que termina convirtiéndose en una escultura –admite Merino–. Hay que estudiar todo mucho antes de dar el primer paso, porque va a suponer una gran inversión de dinero.Luego el tiempo de modelado me lleva unas dos o tres semanas, para que el parecido sea perfecto. A la realización de los moldes le dedicamos una semana larga y posteriormente quedan las labores de vestirlos, decolocarles el pelo, los acabados en silicona. Lo que sí tenemos muy claro es que no se realiza una escultura que no se sepa previamente que va a ser exhibida».

Continuar leyendo el texto: www.abc.es

jueves, 11 de julio de 2013

¿Qué pasa con Eugenio Merino?

Eugenio Merino, Always Franco, 2012
Las últimas semanas están siendo muy intensas para el artista Eugenio Merino (Madrid, 1975), aunque el origen de la polémica viene de lejos.

Una pieza suya en ARCO 2012, titulada Always Franco, en la que el dictador español aparecía dentro de una nevera de refrescos, fue el detonante de una serie de acontecimientos que lo han llevado a juicio esta semana. Debido a su escultura del dictador en ARCO, la Fundación Francisco Franco presentó una demanda contra el artista, que el Juzgado de Primera Instancia número 26 de Madrid admitió a trámite, exigiéndole al autor de la obra 18.000 euros de indemnización por "daños al honor". Además, la Fundación Franco pidió la retirada de la obra en una carta dirigida a José María Álvarez del Manzano, antiguo alcalde de Madrid y presidente de la junta rectora de IFEMA, y como declara el autor en una entrevista, no lo lograron gracias a la presión de los medios, pues la voluntad del presidente era retirar la pieza, "intentó por todos los medios que fuera retirada del stand. Por suerte, a veces los medios de comunicación son nuestro escudo contra la censura".

Lo que resulta totalmente incomprensible y alarmante es que, debido a todos estos acontecimientos, la dirección de ARCO le impidiese a Eugenio Merino participar en la edición de 2013 de la feria. "Pese a todas las explicaciones que te puedan dar, estoy vetado", explicó Merino en una entrevista a 20minutos.

El culebrón ha seguido avanzando y coincidiendo con la resolución del juicio, la plataforma de Artistas Antifascistas ha organizado unas jornadas contra Franco, "un evento para el escarnio público del dictador y por la defensa de la libertad de expresión".

Palabras como veto o censura, aparecen en este pequeño resumen y ya no nos causan sorpresa. Nosotros desde Anotaciones de Arte nos preguntamos, ¿qué pasa con Eugenio Merino? ¿Qué le ocurre a la sociedad española? ¿Realmente ha llegado el siglo XXI?

Recopilamos aquí una selección de enlaces para entender algo mejor este asunto:
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/02/16/cultura/1329389727.html
http://www.abc.es/20120216/cultura/rc-fundacion-franco-demandara-artista-201202161704.html
http://www.publico.es/culturas/422381/la-fundacion-francisco-franco-demandara-al-autor-de-always-franco
http://www.20minutos.es/noticia/1715212/0/eugenio-merino/escultor/obra-de-arte/
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/07/02/cultura/1372774089.html
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/07/06/actualidad/1373103073_413610.html
http://www.publico.es/458359/eugenio-merino-el-arte-puede-servir-para-darle-una-bofetada-al-poder

viernes, 28 de junio de 2013

Vanitas 3 en La Térmica

Tras dos exitosas ediciones (Barcelona y Madrid), Vanitas llega el 28 de junio a Málaga. En esta ocasión, a la vez que pone de manifiesto la vigencia del barroco en la producción artística contemporánea a través de este peculiar género artístico, se introducen nuevas variantes.
Sin dejar de lado las características de las ediciones anteriores (exposición colectiva, multidisciplinar y efímera), en este tercer momento se produce un cambio iconográfico. En las obras seleccionadas, los objetos que conforman este género y su potencial simbólico pasan a un segundo plano para dar un mayor protagonismo a la figura humana, que pasa a convertirse en un elemento más de la vanitas para acabar siendo un nuevo transmisor de la idea de la certeza de la muerte.
La exposición, además de materializar estos conceptos en torno a esta variante del bodegón barroco, pretende mostrar a través de diferentes formas y medios, una selección de trabajos realizados en la última década por la presente selección de artistas españoles
VANITAS 3 será así también, la exposición del día 28 de Junio lleva como subtítulo – “In ictu oculi“- (en un abrir y cerrar de ojos). El itinerario expositivo marcará una inflexión el día 29 de Junio, donde las obras serán relevadas por otras, de los mismos artistas, que perma- necerán hasta el 22 de Septiembre. De nuevo el juego de la dualidad, una exposición dentro de otra exposición.
Las obras dialogarán unas con otras pasando de lo individual a lo colectivo. Jóvenes artistas jugando con el tiempo y lo superfluo, mostrando la belleza del cuerpo y buscando complicidad con el espectador.
La muestra, comisariada por Carlota Loveart, podrá visitarse hasta el 22 de septiembre en La Térmica, Málaga. La exposición cuenta con obra de los artistas David Trullo, Fernando Bayona, Eugenio Merino, Antonio Fernández Alvira, Rubenimichi, Jesús Madriñán, Juan Francisco Casas, Germán Gómez, Sergio Ojeda, Juan Carlos Martínez, Jonathan Heyer y Marina Rodríguez Vargas.