Como en una cartografía, en la que se pueden encontrar
multitud de emplazamientos y trazar infinidad de itinerarios que hacen que el
paisaje representado abstractamente en lo bidimensional del mapa devenga
distinto y cambiante, en la Historia se acumulan otras muchas historias, en
rigor, micro-historias. A veces, centrar el foco en ellas, hacerlas visibles de
entre la maraña de historias o de la desatención hacia esos pequeños
acontecimientos en pos del gran relato, puede originar que aflore la sorpresa
ante lo desconocido y ante la naturaleza del episodio. Tanto que, desde lo
histórico, parecemos desplazarnos a los ámbitos de la fábula, de la ficción, de
lo irresoluble o del misterio. Tanto que esa micro-historia puede acabar por
transformar la Historia, puede cambiar el paisaje ofreciéndonos un punto de
vista insospechado.
Guernica-Alexanderplatz es una suerte de viaje que nos
permite esa continua fabulación, esa duda entre la ficción y la realidad como
espacio en el que quedar suspendidos y crecer. No se trata de reescribir la
Historia, sino de fabular con episodios inadvertidos que podrían parecer
verdaderos juegos de azar. Ese viaje que une Guernica y la berlinesa Alexanderplatz,
zona en la que se hallaba el bunker de Hitler, es el que no recorrió el Retrato
de la Marquesa de Santa Cruz, de Goya. Según cuenta la leyenda, la obra
goyesca, actualmente en El Prado, pudo ser un probable presente que, motivado
por la presencia de una cruz gamada en la lira que portaba la marquesa, Franco
regalaría a Hitler durante la entrevista de Hendaya en 1940. Tal vez en
agradecimiento por los servicios prestados. Viaje que parece ser que sí hizo
una cubertería hecha en Guernica, en una factoría que salió indemne del atroz
bombardeo de la villa en abril de 1937 llevado a cabo por la Legión Cóndor
alemana y la Aviación Legionaria italiana. Esta empresa de joyería y platería
pertenecía a los mismos propietarios de la armería Unceta y Cía., radicada en
la misma población, que corrió la misma fortuna que la anterior (ambas tenían
refugios anti-aéreos), y que, curiosamente, acabó suministrando armamento al
ejército nacional y a la Alemania nazi a partir de 1944 (las pistolas ASTRA-400
y ASTRA-600 9mm. respectivamente).
Este cúmulo de relatos menores que se concatenan, que
pivotan entre el hecho histórico contrastado y la sospecha más que fundada, es
el origen de esta Guernica-Alexanderplatz. Rescatar las historias, reforzar lo
azaroso y la soterrada lógica o causa-efecto que los puede unir, hacer que lo
pequeño abandone la cualidad de menor que parece llevar aparejada y ―como
acostumbra el artista― usar lo supuestamente objetivo (la Historia) como
vehículo para introducir la duda acerca de lo aparentemente ficticio, animan el
ciclo de pinturas, dibujos e intervenciones (murales y de objetos) que realiza
en esta ocasión José Medina Galeote para la Galería Isabel Hurley. No en vano,
y parafraseando a Paul Auster, un rasgo del trabajo del artista malagueño es
experimentar con la verdad. Y, evidentemente, hacer lo propio con la mentira,
con la ficción.
Aunque, en rigor,
Guernica-Alexanderplatz no pretende
reescribir la Historia, José Medina Galeote revisita muchos escenarios
históricos mediante la escritura, en la que también participa el comisario, y
no sólo con la imagen. Lo verbal ha sido una constante en su trabajo, un
soporte fundamental para reforzar lo literario de su universo y, al tiempo,
forzar aún más ese conflicto entre historia y ficción, verdad y mentira, imagen
y palabra o lectura y percepción. Si con anterioridad la palabra se incluía sin
más, ahora ocupa espacios destinados a ella. Espacios que rememoran las
leyendas de los mapas, a los que es tan afín su pintura topográfica. Fiel a su
estrategia artística, Medina Galeote usa lo real, lo aparentemente objetivo y
clausurado para deslizar espacios en los que crece la ficción, la hipótesis, el
azar o la ucronía. De este modo, un episodio como la Segunda Guerra Mundial y
un escenario histórico como el bunker de Hitler se convierten en contextos en
los que introduce, como si de una de matrioska se tratara, micro-historias y
narraciones que ofrecen una constelación de posibilidades narrativas. Su
pintura, como medio en el que se desarrollan esas operaciones, siempre ha
propendido a ello, a un ejercicio de camuflaje: en un gesto caníbal, su pintura
integra en su seno otras pinturas, como la Historia hace con las
microhistorias. Este proceder tiene su paradigma en las intervenciones murales,
mediante las cuales transforma el espacio de la galería en un ejercicio de
pintura expandida en el que se camuflan otras muchas pinturas, otras muchas
historias.
La pintura de José Medina Galeote ha sido un ámbito en el
que se incluyen, muchas veces camufladas, vivencias y reflexiones ante las
cuales el espectador puede sentir que son auto-referenciales, por tanto
autobiográficas, o que suponen un cuestionamiento de la misma práctica
pictórica. En exposiciones como
Experimentos con la verdad (Museo de Huelva,
2010) y en
Artista invisible dispara (CAC Málaga, 2011), Medina Galeote,
siguiendo el proceder literario de Paul Auster, creaba una atmósfera en la que
verdad y ficción suspendían al espectador. En
Artista invisible dispara, el
pintor usaba la temática y la jerga militar para deslizar expresiones e
imágenes metafóricas que podían aludir al arte y a su propio rol como artista.
De este modo, la obra de arte o una exposición entendida como un proyecto
largamente meditado, como una historia o un relato, concita en su seno otras
muchas historias y relatos de distinta índole: la transmisión de situaciones en
torno a la práctica artística, en torno al sentido de la figura del artista,
sea de un modo general o en su dimensión individual y autobiográfica, o una
reflexión eminentemente meta-artística en la que la pintura es cuestionada
desde la propia pintura. En
Guernica-Alexanderplatz se pueden deslizar, desde
escenarios y episodios históricos como el proyecto de la ciudad de Germania de
Albert Speer o el bunker hitleriano, interpretaciones acerca de la propia
práctica artística: la utopía, el fracaso, el delirio, la ruina, etc.
Para Medina Galeote, el ejercicio creativo tiene algo de
militar. Tal vez la disciplina con el propio trabajo, la fe inquebrantable, el
compromiso con su ideario y lenguaje que ha de defender y lo desasosegante de
la contienda. El artista, quien tantas veces se ha señalado a sí mismo como un
francotirador, como una figura solitaria al margen de adscripciones, escuelas y
generaciones, parece barruntar que él lleva a cabo su propia guerra, una de las
muchas que salpican el frente artístico. En definitiva, una microhistoria más
que a otros corresponde, como acontecimientos y episodios, dar sentido y
engarzarla en el gran relato, en la Historia del Arte.
La inclusión de una obra de otro artista ―de un artista
infiltrado― en la recreación del bunker, en la que, en un ejercicio de pintura
expandida, los característicos trazos de Medina Galeote fagocitan otras
pinturas que se sitúan en este espacio fingido, es una metáfora de la
estrategia y el sentido de la propia exposición. Es decir, si la escenificación
de historias dentro de la Historia, de micro-relatos ficticios o reales dentro
del gran relato o del acontecimiento histórico, caracterizan esta exposición,
la inclusión de una pieza pictórica distinta al resto viene a parafrasear o
extender la estrategia. Pero, del mismo modo, con ello se aleja el rol
contemplativo del espectador y se convierte en conflictiva la recepción y
dación de sentido por parte del visitante. La obra seleccionada para que cumpla
esta misión está firmada por Pere Llobera. Son muchos factores los que han
propiciado esta elección. Tanto el comisario como José Medina Galeote iniciaron
una fluida relación con el artista catalán a raíz de la exposición
Escópico-Esconder(se)-Escapar, desarrollada entre abril y mayo de 2013 en la
Galería Fúcares (Madrid). En ella participaron Medina Galeote y Llobera,
quienes, desde presupuestos distintos, convergían en una serie de aspectos
apuntados en el título de la muestra: el ejercicio de mostrarse y ocultarse es
algo indisoluble a sus trabajos, ya sea a través de lo meramente
representacional (el universo icónico) o con referencias autobiográficas que se
solapan con una reflexión acerca del medio pictórico y la institución-Arte;
también es habitual en ambos que sus propuestas expositivas y obras contengan
otras historias. En definitiva, ambos hacen de la creación un juego de
exhibición y ocultación y sus trabajos son, en esencia, una suerte de mise en
abyme. La obra de Llobera, desde su figuración rotunda y tremendo eco
contenido, actúa como metáfora de las microhistorias que convergen conformando
en su suma la Historia, o como ésta que se bifurca en múltiples escenarios y
relatos. Estos, precisamente, son los espacios y episodios que, transformados
con el trazo de Medina Galeote, se hallan prestos para ser (re)descubiertos.
Texto: Juan Francisco Rueda
José Medina Galeote. Guernica-Alexanderplatz
Comisario: Juan Francisco Rueda
Del 19 septiembre al 8 de noviembre de 2014.
Galería Isabel Hurley, Málaga
http://www.isabelhurley.com