jueves, 22 de mayo de 2014

Visitamos el estudio de Eugenio Merino gracias a ABC

FUENTE: ABC
El ipod dispara música rap. En el habitáculo del fondo, lo que era la oficina de un almacén de esta antigua empresa de construcción reconvertida ahora en el taller de Eugenio Merino (Madrid, 1975),Rebecca se afana con el rotulador, mientras Irati da los últimos retoques a la indumentaria de una escultura de Kim Jong-il. La idea es que al arrimarle a un potente foco de luz, se proyecte sobre la pareduna inmensa sombra del dictador norcoreano, que ridiculiza aún más la imagen que este tipo de personajes tienen de sí mismos. Fuera de este espacio, y entre plásticos que protegen de la emisión de vapores tóxicos (a los que Merino es alérgico), Miguel manipula disolventes para ensamblar un megáfono que acabará siendo parte de una pieza del artista... La idea romántica y prejuiciosa del creador solitario encerrado en un taller silencioso salta con esta descripción por los aires.

«Aquí trabajamos tres personas –explica Merino–. Yo soy el que plantea las ideas, aunque hemos llegado a tal punto de complicidadque en ese brainstorming participamos todos. No veo razón para que no sea así. Con Miguel Montoya llevo colaborando dos años. Es más que un amigo. Es una persona con la que se puede trabajar sin problema yluego te puedes ir de copas, algo capital en España, donde no hay dinero y, o te lo pasas bien con lo que haces, o no haces nada. Irati Musitu nos ayuda en la elaboración de los moldes para las esculturas, con los acabados finales, el vestuario, el pelo... Es una profesional de todo ello. Y ahora nos acompaña Rebecca Clark, una estudiante que ha llegado con una beca Leonardo y que va a estar aquí seis meses participando de todo el proceso. Es la segunda persona con la que trabajamos así. Y la experiencia está siendo tan positiva que tengo idea de ponerme en contacto con la Facultad de Bellas Artes para hacer algo similar».
Este es, pues, el lugar donde se modelan esas esculturas que tanta notoriedad han dado a nuestro protagonista: «Comencé trasteando en el garaje de mis padres –recuerda–. Entonces hacía lo que quería, porque el trabajo no tenía rentabilidad ninguna. Pero en cuanto comenzó a crecer el volumen de la obra, no me cabía nada. Entonces, me salió un proyecto para un coleccionista en Barcelona y me mudé. Allí tuve dos pequeños talleres, en Sans y en Sant Andreu, para sacar adelante el encargo específico que se me había encomendado. Pero fue un poco una locura, porque no podía separar las fases del trabajo, ytenía que ir todo el día con la mascarilla. Hace un año volví a Madrid y encontré este espacio. Este sitio está bien porque la zona acristalada –y los plásticos– evitan que el trabajo más engorroso contamine todo lo demás. En cualquier caso, no es aquí donde se realiza la labor más "sucia"».

Merino nos revela que hay un segundo taller en Tres Cantos, «con un espacio abierto estupendo para las labores más tóxicas y delicadas». Y que luego, hay algunas actividades «que no se pueden hacer ni en un estudio, ni en el otro, como son las que implican materiales como el bronce, que nosotros no controlamos». «Quizás en lo que más se tarda es en encontrar esa idea genial que termina convirtiéndose en una escultura –admite Merino–. Hay que estudiar todo mucho antes de dar el primer paso, porque va a suponer una gran inversión de dinero.Luego el tiempo de modelado me lleva unas dos o tres semanas, para que el parecido sea perfecto. A la realización de los moldes le dedicamos una semana larga y posteriormente quedan las labores de vestirlos, decolocarles el pelo, los acabados en silicona. Lo que sí tenemos muy claro es que no se realiza una escultura que no se sepa previamente que va a ser exhibida».

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