martes, 31 de octubre de 2017

Nacho Torra en la Fresh Gallery

Este proyecto empezó a tomar forma hace un par de años cuando dejé Madrid. Un 7 de enero firmaba un contrato de trabajo a jornada completa y ese mismo día, mi padre, esa persona que tanto me había ayudado durante mi precaria vida de artista, cumplía sus 30 años de trabajo en otra empresa y firmaba su jubilación unos meses más tarde. 

Como si se tratase de justicia divina, sentí que recibía con aquel papel el testigo de una suerte de carrera de relevos en la que yo no quería participar. 

Ese cambio de realidad no fue sencillo, pero quizá haya supuesto la lección más importante de mi vida. Comencé a tener numerosas conversaciones con mi padre sobre el trabajo, la rutina, el futuro, pero sobre todo, a raíz de varios sucesos ocurridos a nuestro alrededor, rondábamos constantemente el tema de la vejez. 

Un día en su casa, después de una de estas charlas, encontré el archivo de las fotos que hacía cuando él tenía mi edad, y ahí descubrí una mirada que con el paso del tiempo se había disipado. Creo que este diálogo y mi interés por este descubrimiento, despertaron en mi padre ciertas ganas de capturar o de volver a expresar sus emociones a través de la fotografía. 

Con este contexto de fondo empezaron los atisbos del título de esta exposición ENJOY THIS FLEETING LIGHT, cuando al salir del trabajo llegaba a la playa y experimentaba una extraña sensación de calma deteniéndome frente al mar unos minutos. La repetición de este hábito hizo que advirtiera cierta exaltación en mí; no se trataba más que de detalles absurdos, como el destello de los últimos rayos de sol, pero que sin embargo conseguían despertar en mí ciertos afectos que Madrid me había robado. 

La naturaleza me hacía disfrutar de pequeñas cosas y me hacía sentir más vivo. Con ello surgieron escapadas con amigos a diferentes puntos de la costa, que hacían resurgir el vínculo tan fuerte que siento hacia el mar y la naturaleza. Comencé a pintar escenas marítimas que recordaban la obra de pintores de paisajistas ingleses como William Turner, y de algún modo a través de la fotos de amaneceres y atardeceres de mi padre, me di cuenta que estaba llevando el vanitas, del bodegón al paisaje. 

Todos hemos visto miles de imágenes de este tipo pero esos escasos minutos en los que el sol se esconde y La Luz cambia por completo son únicos, y fui consciente de ello cuando preguntaba a mi padre por alguna de las fotografías donde yo veía un cielo rojo él recordaba una puesta de sol increíble en el Misisipi o unos azules intensos en la Antártida. 

Siguiendo la traza de todas esta coincidencias, este último año de trabajo ha sido un año de constantes viajes, tal y cómo le había ocurrido a mi padre durante esa época, y enseguida sentí lo distinto que era un atardecer en Miami o uno en la India. Recuerdo en diciembre de 2017, unos días antes de empezar el año, haber fotografiado con mi teléfono una puesta de sol en una playa de Miami con un cielo tan naranja que jamás había visto, y comprender porqué mi padre no había olvidado nunca donde había tomado cada foto, y en muchas ocasiones incluso recordar la fecha. 

Durante este proceso de trabajo, y tras la muerte inesperada de un familiar cercano y la enfermedad de uno de mis mejores amigos, un día hablando con él acerca de mi trabajo, su situación, y la vida en general, me sugirió añadir una coletilla al proyecto y fue cuando incluí el subtítulo: “you don’t know when the next storm will arrive.” 

Mientras tanto yo me he venido planteando muchas preguntas en torno a mi práctica; porqué llevo toda mi vida pintando y para qué. Después de haber recorrido museos por todo el mundo y haber visto de cerca las grandes obras de los artistas que más me fascinaban, me he dado cuenta de lo poco relevante que resulta para mí la pintura como un ejercicio plástico. 

He sentido el impulso de comunicar todas estas pequeñas anécdotas y experiencias que estaban cambiando mi perspectiva sobre el mundo del arte, de una manera más honesta. Las exposiciones de artistas contemporáneos que estaba viendo y sus temas me parecían menos interesantes, y resultado de una misma fórmula ya aprendida y aceptada. Así comencé a sentirme más estimulado por escuchar un viejo disco de jazz que por ver la última exposición del momento en Londres. 

Comprendí la complejidad que supone tratar de trasmitir algo al espectador a través de la pintura, en un entorno bombardeado por imágenes, y tras un año trabajando en una empresa en la creación de contenidos, también su corta vida en internet y su falta de relevancia en el espectador. 

Sin embargo ha habido un hallazgo interesante en estas producciones y shootings; después de trabajar directamente con muchas modelos, y mantener breves conversaciones en las que conectar con una desconocida para obtener un resultado concreto, he comprendido otra vez que el secreto no estaba en la cámara o en la pincelada, sino en esta comunicación directa con el sujeto. Volví así a revisitar el retrato y a acordarme de todas las musas de Picasso, Matisse o Cézanne. Las modelos contemporáneas empezaban a proyectarse en mi cabeza como aquellas musas de finales del siglo XIX, principios del XX que tanto me fascinan. 

Comencé a trabajar el tema del retrato, junto al paisaje, sin olvidar el bodegón, que era la base de mis anteriores trabajos. Las obras que compusieran ENJOY THIS FLEETING LIGHT tenían que ser un equilibrio entre la frescura de una imagen espontánea y el poso en la mirada de un anciano, algo así como la improvisación de la trompeta de Miles Davis sobre el peso de una canción de Franz Liszt. Una composición heterogénea en la que quepa una top model junto a un motor, un ramo de flores, un paisaje de mi padre, unas partituras o los planos de un barco.
Texto: Nacho Torras

ENJOY THIS FLEETING LIGHT
Lugar: Galería La Fresh Gallery.
Dirección: Conde de Aranda, 5, Madrid.
Fecha: del 3 al 24 de Noviembre de 2017

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