Augsburgo-Almagro / Almadén-París es una revisión de la Historia a través de las microhistorias, de episodios que, al poner el foco sobre ellos y relacionarlos, adquieren una nueva dimensión. Éste es un proyecto heredero de la exposición Guernica-AlexanderPlatz, desarrollada por José Medina Galeote y Juan Francisco Rueda en la Galería Isabel Hurley en 2014 (septiembre-noviembre). A diferencia de aquella, en ésta no se tensiona el relato historiográfico con microhistorias cercanas a la leyenda, con acontecimientos no tomados en consideración y que desde los márgenes de la Historia revelaban zonas obscuras o intencionadamente inadvertidas. Desde la práctica art&iac ute;stica y el comisariado, en un ejercicio a cuatro manos, se trazaba un nivel en el que esos episodios, convenientemente enunciados desde la fabulación, adquirían una condición resbaladiza que sumía al espectador/lector en un incierto espacio entre la verdad y la ficción. En esta ocasión no se pretende poner en cuarentena el relato histórico asumido como real o único, ni siquiera tensionarlo revelando pormenores novelescos, sino bucear en distintos episodios alejados en el tiempo que tienen como elemento, ya sea principal o secundario, al mercurio de Almadén. Éste se convierte en una suerte de eje intemporal desde el cual ver idas y venidas de la Historia. El mercurio sirve para trazar una cartografía, para fijar una constelación de emplazamientos que actúan como figurados vértices de un escenario en el que la suma de acontecimientos inconexo s o separados por siglos, adquieren, en el encuentro inesperado de es te espacio de reconstrucción —o de rescritura— que es la exposición, un nuevo sentido, o cuanto menos, nuevas perspectivas.
Augsburgo-Almagro / Almadén-París. Flujos e idas y vueltas nace de la oportunidad de desarrollar una exposición en la histórica Galería Fúcares de Almagro. Precisamente, el nombre de la galería y la ubicación funcionan como detonantes para el desarrollo que toma la propia propuesta. Fúcares es la castellanización del apellido Fugger, dinastía de banqueros alemanes, radicados en Augsburgo, que prestaron apoyo económico para la llegada al trono de Carlos I en 1516. A cambio, el nuevo monarca español concedía a los banqueros alemanes, entre otras muchas concesiones, el preciado negocio del mercurio de las minas de Almadén. Los Fugger, con la incorporación del azogue , ampliaban su emporio minero. Esta concesión llevaría a fijar en la vecina Almagro el centro de operaciones y distribución. Este movimiento ya implica un flujo, el de la salida de una de las fuentes de riqueza para la llegada de un nuevo monarca que, en su propia figura, condensaba distintas tensiones territoriales —una más de las muchas cartografías que se deslizan en este flujo histórico ahora recreado. No podemos obviar cómo las minas de mercurio jugaron, durante ciertos periodos de nuestra Historia, un papel de arma de represión y castigo, ya que se enviaba a trabajar en ellas a muchos condenados y se represalió a la etnia gitana con el obligatorio trabajo en ellas. El flamenco, como memoria del pueblo calé, lleva marcado aquel episodio con la musicalidad de la toná: Los gitanitos del Puerto, / fueron los más desgraciaos, / que a las minas del Azogue, / se los llevan sent enciaos. Esto es, cómo el poder y la riqueza de los Estado s se asientan en demasiadas ocasiones sobre el dolor y la injusticia de sus ciudadanos, que adquieren, más que nunca, la condición de súbditos.
Frente a ese itinerario que lleva de Augsburgo a Almagro, también con el mercurio como elemento esencial, se traza otro, en parte, contrapuesto: Almadén-París. Muchos de los bienes y de las riquezas nacionales sufrieron a lo largo de los siglos procesos administrativos que hicieron que fueran explotados y comercializados por empresas extranjeras. La llegada de la II República vino a nacionalizar muchos de ellos, especialmente los estratégicos. Cuatro siglos más tarde, en 1937 y en plena Guerra Civil, el preciado mercurio de Almadén (suponía aproximadamente un tercio de la producción mundial) era una de las principales fuentes de riqueza del país y la más importante en manos del gobierno republicano. Tanto fue así que, desde su origen, el proyecto del Pabell&oac ute;n de la República en París contaba con la presencia de una fuente de mercurio de Almadén. Ésta iría acompañada, en otro nivel del edificio de Lacasa y Sert, de paneles informativos y de los tan característicos fotocollages que Josep Renau creó para, además de ilustrar la importancia del mismo y de otros bienes y aspectos de la cultura española, poner en valor la causa republicana. La presencia del mercurio no sólo buscaba actuar como refuerzo de la propia República, sino que intentaba evidenciar cómo su valor estratégico había hecho que, en plena carrera armamentística, la Alemania nazi hubiera apoyado al bando nacional para, de ese modo, poder acceder al mineral, tal como ocurría con otros minerales que desde la Península tomaban el camino del país germano, como el wolframio. Tras un proceso complejo y tras desestimar la fuente prevista, absolutamente extemporánea para con el lengu aje del conjunto y para con la visibilidad de la misma ante Guernica de Picasso, finalmente y contraviniendo una de las normas del comisariado del pabellón, es encargada a Alexander Calder, quien creó una pieza absolutamente icónica que pronto, por lo que tenía de hipnotizador el proceso por el que el líquido plateado iba cayendo de bandeja en bandeja, se convirtió en una de las grandes atracciones del pabellón español. Los 200 litros que viajaron de Almadén a París actúan, entonces, como episodio —digamos— contrapuesto al de Carlos I, aunque, en esencia, remiten a un mismo escenario: el del control del mercurio como estratégico aval. Asimismo, estos flujos e idas y vueltas, en tiempos distintos, revelan cómo, con el mercurio como elemento de fondo, el país estuvo en juego y cómo se basó parte de su proyección exterior.
La pintura de José Medina Galeote, que bien podría ser llamada topográfica, permite recrear numerosas cartografías en las que se realzan muchas de las poblaciones que emergen como hitos en este cruce de episodios históricos, como puertos de salida, destino y llegada. Su estética y estrategia, tan volcadas al camuflaje, adquiere en proyectos como éste un indudable sentido semántico, como suerte de juego de ocultación/revelación de microhistorias que se resignifican al ser confrontadas. Asimismo, Medina Galeote ha creado en esta ocasión un código cromático en clara alusión al color del mercurio, al tiempo que, además de introducir la figuración de una manera más rotunda que en otros proyectos, ha imprimido a su tradicional vocab ulario un dinamismo que cabe ser relacionado con el fluir del mercurio, el del propio mineral, como vemos en la fuente de Calder, como los flujos históricos que provoca su explotación, comercialización e interesado uso político.
Como en Guernica-AlexanderPlatz, y atendiendo a la propia historia del arte, el creador parafrasea varios hitos artísticos que aquí adquieren el rol de elementos protagonistas. Serían los casos de la propia fuente del pabellón español, de este edificio o de un tapiz del siglo XVI de un conjunto que narra la vida de Mercurio. Éste, además, abre un nuevo ámbito en el que visibilizar esas idas y vueltas. El tapiz, que se parafrasea pero se modifica para, aprovechando su consagración a Mercurio, introducir la figura de Carlos I, ejemplifica el comercio de la lana castellana, enviada por puertos como el de Bilbao a Flandes para su transformación en suntuosos tapices que, de vuelta en España, se incorporaban al patrimonio. Pero ése es otro flujo, otra mi crohistoria, y debe ser contada en otra ocasión.
Texto: Juan Francisco Rueda, Comisario de la exposición.
Augsburgo-Almagro / Almadén-París. Flujos e idas y vueltas
Lugar: Galería Fúcares-Almagro, San Francisco 3, Almagro
Fecha: del 25 de junio al 15 de octubre de 2016
web: www.fucares.com