domingo, 14 de septiembre de 2014

Carlos Morán en La Fresh Gallery

Ruth convenció a su marido Elliot para fabricar una muñeca adulta. Hasta entonces todas las muñecas habían sido infantiles, excepto una, que Ruth descubrió en un viaje alucinante a Berlín: Lilly, la seductora secretaria germánica, dispensadora de placeres ocultos, reproducción de un personaje gráfico del Bild-Zeitung (a un policía que le dijo que los trajes de baño de dos piezas estaban prohibidos, le contestó: "¿qué pieza quiere que me quite?"), aficionada a apaciguar las necesidades de sus adinerados jefes ("como estuviste enojado cuando llegué tarde esta mañana, me iré de la oficina a las cinco p.m."). Ruth quería que su hija Barbie jugase con muñecas como esa, para que tuviera claro cuál era su destino. Elliot y Ruth crearon su propia muñeca en 1959, y a partir de entonces el mundo cambió.

Elliot lo hizo bien. Compró los derechos de Lilly y la hizo desaparecer. Con la ayuda de trabajadores japoneses diseñó su ropa, y después cambió su mirada. Ya no caen sus ojos hacia un lado, como antes, cuando no quería saber nada de los hombres. A partir de 1971 Barbie mira directamente a los ojos y ya no es la misma.17 perros, 12 caballos, 3 ponies, 5 gatos, un loro, un chimpancé, un oso panda, un león, una jirafa y una cebra son las mascotas de Barbie, que ya no dice que no a nada. Ken es demasiado formal, prefiere a Blaine, el surfista, pero creo que ninguno de los dos llega a satisfacerla completamente, porque no la conocen de verdad. Carlos Morán (artista plástico, Salamanca,1983) la desnuda y muestra cómo es: un monstruo mecánico de PVC que nos seduce con su olor y sus texturas de plástico fino.

Elliot amaba el plástico, material moldeable y terso, suave al tacto. Barbie huele a policloruro de vinilo, como las tuberías que conducen las aguas residuales, y a Carlos Morán le vuelve loco. Carlos disfruta abriendo las tripas a las Barbies y mostrándolas sin pudor porque la belleza está en el interior. Barbie es más hermosa por dentro que por fuera y Carlos lo sabe, y sobre todo, lo aprovecha.

Descubrir el mecanismo de una Barbie, saber cómo funciona, es algo obsceno, pero necesario. Barbie está compuesta por una sustancia química sintética moldeable, como el alma humana. Carlos la muestra abierta como una ostra sin perla. La polimerización une su estructura macromolecular, y carlos la quema, la funde, la descompone. El plástico, en realidad, es un estado del material, no el material en sí. Las Barbies alcanzan el estado plástico, es decir, cumplen con sus propiedades, se definen a sí mismas cuando se calientan, cuando pueden ser manipuladas. En sus fotografías Barbie se retuerce, se masturba de manera descarada y libre. Barbie no tiene resistencia a esfuerzos mecánicos. Barbie se deja. Carlos la fuerza, la somete a los procesos de moldeado, extrusión y termoconformado, tanto al vacío, como a presión. Barbie da todo lo que tiene gracias a esta tortura inimaginable y el placer que se desprende del proceso es enorme. Carlos Morán comprende que debe ser fotografiado para que no se desperdicie.

Barbie es dúctil y tenaz. Presenta estabilidad dimensional y resistencia ambiental. No pretende ser querida, tan sólo deseada. 

Heiddegger, que nunca jugó con Barbies de pequeño, analizaba la etimología de los conceptos que fundamentaban la estructura del pensamiento. Carlos sigue este proceso abandonando la significación de destrucción y apostando por la deconstrucción, más vigorizante y malsana. Su trabajo deconstructivo consiste en mostrar cómo se ha fabricado el objeto a partir de procesos químicos y acumulaciones metafóricas dejando claro que lo evidente dista de serlo, puesto que las herramientas de la conciencia en que lo auténtico en sí ha de producirse, son históricos, relativos y sometidos a las trampas de la retórica.

Las diferentes significaciones de un texto, un objeto o una muñeca se descubren descomponiendo las estructuras plásticas del lenguaje dentro de la cual está redactado.

Carlos Morán disfruta, y nosotros con él, desmenuzando el texto orgánico de sus Barbies. Este proceso afirma que la envoltura retórica es todo lo que hay, y que por ello su obra es irreductible a una idea o un concepto unívoco. En ese sentido la deconstrucción va a negar a la obra su concepto de totalidad al concluir que la composición plástica no puede ser aprehendida. La obra de arte circula en un movimiento constante de remisión que convierte a la totalidad en parte de una totalidad “mayor” que nunca está presente. 

A través de las fotografías de Carlos Morán, autopsia voraz del fenómeno Barbie, surgen múltiples significados. Esa totalidad invisible y ausente es la auténtica Barbie, la germánica, esa Bild Lilly oculta en sus compuestos químicos sintéticos, esa secretaria perversa sedienta de dinero y sexo, alegremente despiadada. Al desnudar físicamente el polímero Barbie, Carlos descubre a la alegórica Lilly, no a la unívoca muñeca de Ruth Handler. Carlos despedaza el concepto obvio apostando por la riqueza del lenguaje plástico y corpóreo. La obra de Carlos Morán es polisémica, una auténtica puesta en escena subversiva del significante, el policloruro de vinilo. 

Fascinados por ella nos dejamos arrastrar en este viaje, y espero que vosotros también. Regodeémonos descubriendo las vísceras de una muñeca obscena y maravillosa, expuesta abiertamente, con toda su enfermiza belleza.

Texto: Alex de la Iglesia (Carlos Morán: Deconstruyendo a Ruth Handler)

Carlos Morán, Icon Inside.
Del 11 de septiembre al 10 de octubre de 2014.
La Fresh Gallery, Madrid.

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