Homo Ludens representa la primera exposición que Jacobo Castellano realiza en F2 Galería. En ella se observa una evolución de su obra desde que a finales de los años noventa se da a conocer como artista: el hogar materno, los escenarios donde transcurrió su infancia, los objetos “inservibles” y desvencijados, pero para él llenos de vida (“los objetos tienen biografía”, dice el autor), y los recuerdos de la niñez, conformaron el magma de su proceso creador.
Evolución ésta, lógica, producto de su tenacidad, de lecturas que fundamentan aquel proceso, y de la observación crítica de objetos cotidianos, aparentemente simples, que están presentes en la realidad, y que él transforma con su mirada. Pero este progreso no es lineal, no es siempre hacia arriba. Su trayectoria profesional crece a modo de espiral, volviendo constantemente a objetos y escenarios del pasado, pero cada vez con una visión diferente que le hace crecer como artista. Porque el autor no hace las cosas “por hacerlas”, por rellenar un tiempo, porque tiene que producir. Jacobo Castellano tiene un discurso, un relato coherente con el que apoya y explica su obra: esta actitud dota a su trabajo profesional de sinceridad y honestidad, pues para él lo importante es la paulatina consolidación frente a la inmediatez, las prisas y las urgencias.
La escultura es el formato preferido por Jacobo Castellano, a través del cual da rienda suelta a su imaginación y creatividad. Así lo hace en Homo Ludens. Sus piezas son sencillas, simples y desprovistas de ornamentos que puedan desviar la atención del espectador, pero a la vez profundas, que encierran un cierto misterio, que te invitan a pensar y a hacerte preguntas. Con frecuencia te sumergen en un mundo de claroscuros, te dejan un cierto sabor agridulce..., decididamente no son bonitas, o pueden no serlo, pero a estas alturas sabemos, que en el arte, lo bonito con frecuencia no es sinónimo de bello.
La escultura es el formato preferido por Jacobo Castellano, a través del cual da rienda suelta a su imaginación y creatividad. Así lo hace en Homo Ludens. Sus piezas son sencillas, simples y desprovistas de ornamentos que puedan desviar la atención del espectador, pero a la vez profundas, que encierran un cierto misterio, que te invitan a pensar y a hacerte preguntas. Con frecuencia te sumergen en un mundo de claroscuros, te dejan un cierto sabor agridulce..., decididamente no son bonitas, o pueden no serlo, pero a estas alturas sabemos, que en el arte, lo bonito con frecuencia no es sinónimo de bello.
De las temáticas que conforman su obra (la memoria, el juego, el dolor…) el autor se decanta esta vez por destacar el juego como elemento esencial en nuestras vidas, los juguetes como contribución a aprendizajes esenciales; idea ésta transversal a toda la exposición con la que está muy familiarizado, pues no en vano ha crecido en un ambiente donde “lo pedagógico” ha ocupado un papel relevante. El acto de jugar es consustancial a nuestra cultura. Mediante el juego liberamos energía, nos relacionarnos, satisfacemos deseos no realizados, nos prepararnos para la vida y adquirimos valores.
En este sentido, los materiales que utiliza como el papel, el polvo, la madera, el plástico o el jabón, están al servicio de esta idea. Con ellos juega, los manipula y los ensambla hasta que considera que la obra creada expresa la idea que previamente ha diseñado en su mente. Así, objetos de uso cotidiano como los palillos, merced a sus dimensiones y dispuestos de una manera concreta, nos recuerdan al juego de “tres en línea”; el polvo que puede generarse en una vivienda y las escamas de jabón se mezclan misteriosamente para crear un nueva versión del “cubo de Rubik”; una disposición aparentemente anárquica de materiales da como resultado un “collage” en el que dichos materiales están agazapados, como jugando al escondite; un “pelele” se ensambla de manera que podamos utilizarlo y jugar con él a nuestro antojo. “Pasatiempo” representan “bajos relieves” rescatados de un espacio lúdico de la ciudad de Betanzos donado a ésta por los hermanos García Naveira, unos emigrantes gallegos que tenían una visión muy avanzada de “lo lúdico” como bien social.
Pero en este espacio lúdico que conforma la exposición no todo es alegría o divertimento, hay algo de asombro y de inesperado: los futbolines que invitan a la diversión no tienen jugadores; la posición del dedo índice de la mano señala castigo; nos divertimos dibujando pero estos dibujos no tienen nada de risa o de alegría: ¿en qué ambiente se habrá criado este niño para expresar así sus sentimientos? ¿Qué escala de valores estará forjando? ¿Qué vivencias estará interiorizando?
Dice Vicente Verdú que “lo divino es el silencio, que lo importante es la nada”: creo que esta idea puede aplicarse al conjunto de piezas que conforman Homo Ludens y a toda la trayectoria creativa de Jacobo Castellano.
Texto: José Antonio Delgado.
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